SUEÑOS

Disclaimer: Los personajes no son de mi autoría sino de la estupenda creadora de la saga, S. Meyer. Por otra parte, la trama, es mía. Esta historia, narra temas controversiales y que pueden causar algún tipo de molestia o incomodidad, por lo tanto, si no tienes criterio formado, te sugiero, no leas.
Capítulo editado por Jo Ulloa
La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante.
Paulo Coelho.

CAPÍTULO 3

SUEÑOS

—¿Cómo te fue el fin de semana Bella?, ¿descansaste? —Jane empezó a disparar preguntas desde temprano.

—Sí, descansé y dormí mucho —Le sonreí.

—Yo fui a cenar con Ethan, cumplimos meses y me llevó a un lugar precioso, fue una sorpresa. ¿Tú no saliste ni a cenar?

—El viernes fui con mis amigas al Nasty, nos divertimos mucho. Por eso me quedé en mi casa el
resto del fin de semana, estaba agotada —Jane me miró con los ojos imposiblemente más grandes sin decir una sola palabra, raro en ella.

—¿Qué? —pregunté después de un largo silencio.

—¿Al Nasty? —Parecía muy intrigada—. ¿Tú frecuentas ese lugar?

—No, en realidad el viernes fue la primera vez. ¿Por qué, Jane? —La intrigada pasé a ser yo.

—Bueno, por lo que dicen. —Rodeó su escritorio para ocupar su lugar.

—¿Y qué es lo que dicen? —Por Dios ¿Por qué no hablaba de una vez?

—Que es un Club Dark.

—¿Un qué? No te entiendo… —pretendí no saber exactamente de lo que me hablaba, aunque sí me había tomado por sorpresa esa revelación.

—Ajá Bella, un club donde se reúne gente con aficiones raras —Hizo inflexión en la última palabra.

—Estás equivocada, yo fui y no vi nada raro, te lo juro – dije sincera.

—Dime algo —se inclinó hacia mí y murmuró—, ¿te fue fácil entrar?

Pensé unos segundos y negué con la cabeza.

—¿Pagaste algo ahí dentro? —Dudé por otros segundos, más al recordar las botellas de champagne y volví a negar mirando hacia otro lado confundida.

—No, pero…

—Ahí tienes —enarcó una ceja mientras asentía—. Además, ¿no notaste nada extraño? ¿Nada, nada?

—Bueno yo no…

—Quiero una membresía, dime donde firmo —recordé que había dicho Rose.

—Eso señorita, es imposible —El mesero le respondió contundente.

—¿Piensas que no podemos pagarla o cómo?

—No es eso señorita, pero necesitaría la recomendación de un socio y ellos son muy celosos, les gusta la 'exclusividad'"…

—Desde luego que no funciona así, esto es sólo una atención de uno de nuestros socios. —Oh Dios mío, no podía ser…

—¡Ja! ¡Lo sabía! —Brincó de su silla—. Ahora sí cuéntamelo toodo, hace años que muero por tener información de primera mano.

¡Alice! pensé enseguida, Aro Volturi le había dado ese pase. ¿Cómo carajo nunca nos imaginamos que la inaccesibilidad del lugar se debiera a eso justamente? ¿Pero porqué hacía tanto alboroto? ¿No hubiera ido de tan buena gana de haberlo sabido antes? ¡Diablos sí! Hubiera ido más dispuesta aún para encontrar a mi alma oscura… ¡Rayos! ¿Cómo no lo supe antes? En ese mismo instante vinieron a mi mente dos piedras verdes y frías. Esa mirada arrogante, aniquilante, abrumadora…

—Señor Cullen, su auto ya está aquí…

—¿Bella? —Jane pasaba su mano frente a mi cara.

—Jane… —Mi curiosidad se disparó—. ¿Qué tanto sabes del lugar?


—Pues nada, que es Dark y que ahí dentro pasan las cosas más raras del mundo, aunque nadie me cuenta nada —Me miró recriminatoriamente—. Tú ya has estado ahí, ¿no sería mejor que tú me contaras a mí?

—Créeme cuando te digo que no vi nada raro, de verdad.

—Mmm te creo, estás tan roja que puedo jurar que hasta te da pena decir en dónde estuviste metida.

No era precisamente por eso mi sonrojo, sino porque ya tenía una idea de porqué la chica llamaba Señor al arrogante–ojos–fríos–Cullen. Acaso, él sería un Dominante y la chica, ¿su Sumisa?

Claramente se veía que aquella noche la chica suplicaba por una oportunidad más y él ni siquiera le prestaba la atención que se merecía, tanto por si tenían algo como si no. No había sido nada agradable ver a la chica humillándose de aquella manera, rogándole, mendigándole un instante de su tiempo y atención para hablar quizás, en un intento por permanecer a su lado. Yo no tenía la certeza de que su relación fuera la de Dominante/Sumisa, pero no importaba, ella se merecía respeto tan solo por el simple hecho de ser mujer y eso a él, parecía no importarle en lo más mínimo.

¿Cómo podía alguien llegar a tal extremo? Que no le importara humillarse en ese regateo por querer seguir siendo parte de la vida de una persona que, obviamente, ya no la quería en ella. Que ya no la consideraba vital en ningún sentido para él y para su entorno, que simplemente ya no la quería, punto. Porque no había dudas de que a ella, ya no la consideraba parte de nada en su vida. Qué puta y maldita forma del misógino patán de confirmárselo, congelándola con la mirada en un rincón casi en penumbras.

Qué intensa forma de amar. Porque era amor, por donde fuera que se viera. Amor por una relación de la naturaleza que fuera. Para sufrir esa desesperante angustia en la lucha por la permanencia, debía tener un profundo sentimiento ya sea hacia él o hacia lo que significaba ella en esa relación suponiendo que, efectivamente, fuera él un Dominante y ella una Sumisa. Yo nunca podría llegar a tal extremo, me conocía y sabía que si hasta ese momento de mi vida, yo seguía sin sentir la milésima parte de lo que ella parecía sentir, ya nunca hallaría ese amor, relación o lo que fuera. Ya era tarde para mí y lo aceptaba.

Pasé el día contestando con monosílabos las preguntas de Jane que, gracias al cielo, abandonó el tema Nasty y surgió su tema favorito, Ethan, su novio.

La gente tenía razón; las mujeres podíamos hacer varias cosas al mismo tiempo y hacerlas bien, lo había comprobado ese mismo día. Escuchaba a Jane y respondía sus preguntas, diseñaba invitaciones para una boda y además, pensaba en el Señor Cullen. ¿Por qué me había impactado tanto? ¿Qué sería? Su imponente presencia, su dura mirada o el saber que era socio del "Nasty", porque lo conocían y sabían bien su nombre. Lo más seguro era que tuviera algo oscuro que ocultar a los demás.

¿Qué demonios hacía pensando en él, de nuevo? No iba a negar que durante el fin de semana no lo tuve rondando ocasionalmente por mis pensamientos, pero tampoco había cautivado por completo mi atención, como cuando me enteré del discreto giro del club al que pertenecía. Eso era lo que tenía a mi mente trabajando; quería saber más y solo esperaba llegar a casa para investigar lo que más pudiera sobre él.

Por la tarde me despedí de Jane y, prácticamente, volé hacia mi apartamento, me quité la ropa al llegar y con la laptop en mi regazo inicié mi investigación. En Google tecleé "Cullen" y salieron muchas opciones, le di click a la primera y comencé a leer ansiosa.

***.

"Edward Anthony Cullen (Nacido el 20 de junio de 1990) es un multimillonario ejecutivo inglés y empresario. Es hijo de Carlisle Cullen, a quien admira por haberle inculcado los secretos de cómo explotar los bienes raíces y otros negocios.

Es el CEO de Cullen Organization, una compañía inmobiliaria, y el fundador de Cullen Entertainment Resort, compañía dedicada a operar varias cadenas de hoteles y casinos. Famoso es el edificio Cullen Tower, del cual es dueño y que es el emblema de su imperio inmobiliario.

Estudió su secundaria en una escuela militar debido a que, según su padre, su hijo necesitaba disciplina, algo que en efecto obtuvo, pues con el tiempo se destacó y alcanzó el más alto rango en su año de graduación. Estudió Administración de Empresas y Finanzas en el University College of London y, posteriormente, realizó un MBA en el London School of Economics.

Sus primeros pasos en el negocio, los dio al relevar a su padre a la edad de 24 años. Entre sus primeros éxitos destacó la idea de comprar varios hoteles que, mediante préstamos y exenciones fiscales, logró convertirlos en los mejores del país.

A partir de entonces, Cullen comenzó a invertir en numerosas propiedades y a participar en variedad de proyectos. El imperio Cullen estaba por nacer y no pasaría mucho para que se convirtiera en uno de los más increíbles y extensos del mundo del bienes raíces".

***.

Así que el engreído Cullen era todo un niño modelo, inteligente y astuto para los negocios, con ese olfato que sólo algunos poseían y por el que muchos venderían su alma. ¿Él tendría alma? A juzgar por como trató a aquella chica apostaría la mía a que no, nadie que tuviera un poco de corazón humillaría a una mujer de la forma en la que lo había hecho él. Era un bastardo insensible que por tener un par de hoteles, casinos y unas cuantas casas se creía el dueño del mundo.

¿Sería así o ya estaba alucinando? ¿Por qué no podía tener una serie de pensamientos coherentes sobre él? ¿Por qué no me decidía? ¿O estaba segura de que era un bastardo arrogante o tenía la esperanza de haberme equivocado? ¿Por qué estaba tan intrigada en Edward Cullen?

Porque era el ser más apuesto que había visto sobre la tierra, porque iba por ahí caminando como si el mundo no lo mereciese, o porque desde que pensé en Edward Cullen como un Dominante, mi entera concepción de él como un hombre que podía cumplir mis sueños y deseos más secretos estaba haciendo temblar mis cimientos.

La verdad, si era sincera, eran las tres opciones anteriores juntas. No había duda al respecto, él era todo lo que yo soñaba y deseaba y no me refería al poder material que tenía, no, sino al poder de ejercer su voluntad sobre una mujer, de hacerla obedecerlo para su mutuo placer. De eso se trataba todo, del placer y yo quería probarlo, mi interior gritaba por sentirlo, por someterme a él para obtener el gozo que su dominio me garantizaba…

Edward Cullen.

Ojos verdes y fríos.

Arrogante.

***.

¡Carajo!

¡Otra vez el jodido despertador!

¿Cómo no iba a enojarme si había tenido una noche ajetreada? Y esta vez no fue por mis sueños donde era la protagonista de una escena erótica; fueron un par de indiferentes ojos que me miraban y yo no podía descifrar la intención de ellos sobre mí. Me di un baño, me vestí y salí rumbo al trabajo sin desayunar, ya compraría algo en el camino.

El día fue bastante agotador en la agencia, así como lo fue el resto de la semana. Olivia debía estar realmente contenta con nuestro trabajo porque apenas le hacíamos una entrega, nos daba más y más trabajo. No podía quejarme, estaba haciendo lo que me gustaba, muy básico sí, pero al fin y al cabo no estaba dirigiendo una gran empresa ni tenía su futuro ni el de sus empleados en mis manos, con la angustia de tomar una mala decisión y acabar con todo. Ese era mi mayor temor.

¿Por qué no podía dejar de pensar en Higgin Steel Group y disfrutaba plenamente de mi trabajo sin complicaciones? ¿Por qué me atormentaba vigilando constantemente el reloj de arena que marcaba mi tiempo como espíritu libre? Ni yo misma sabía por cuánto tiempo podría estar alejada de la empresa de mi padre pero ya estaba sufriendo con cada día que transcurría porque era un día más que me acercaba a cumplir con un compromiso, con una responsabilidad muy grande que yo no deseaba tener.

—Ay Bella, me asustas cuando te quedas callada tanto tiempo.

—Lo siento Jane, solo pensaba en tonterías —Me encogí de hombros—. ¿Vamos a comer?

Ya habíamos localizado un pequeño restaurante a un par de cuadras de la agencia y el ambiente era agradable. Íbamos casi a diario y cuando no, cruzábamos la calle y teníamos la barra de ensaladas más rica de Soho. Siempre nos sentábamos junto a la ventana para entretenernos viendo pasar a la gente que iba corriendo de un lado a otro.

Así como esa movida semana, pasaron tres más y yo ya tenía un poco más de un mes cumplido en la agencia. Me pagaron mi primer sueldo y me entregaron mis cupones de despensa, los cuales literalmente corrí al supermercado a gastar. No era que los necesitara, desde luego que no, pero me hacían sentir tan orgullosa y satisfecha conmigo misma, tan feliz de ser solamente Bella Swan, que todos mis tormentos mentales se evaporaban.

Para celebrar mi independencia, invité a las chicas a cenar a casa; compré lo necesario para preparar lo que nos gustaba y como postre, los dulces y chocolates que comíamos en el internado.

—Ver para creer —Rose abrió sus azules ojos desmesuradamente—, estás que te salta el corazón de felicidad por tu primer sueldo. Ah… y no olvidemos los cupones que parece que son los que te hacen más feliz.

—¿Por qué no me entiendes? Tú trabajas y tampoco necesitas hacerlo, tienes una herencia y no sabes qué hacer con ella mas que dejar que crezca en el banco y tú —me dirigí a Alice—, también trabajas por gusto, justo como yo. Entonces, no sé a que viene tanto alboroto.

—Es muy cierto Bella, tal vez debamos brindar por el "Sacré-Coeur" que nos hizo valientes, capaces y responsables para enfrentarnos al mundo solas. Después de todo, sí tenemos que agradecerle eso y otras cosas.

Pasamos un rato muy agradable, entre las locuras de Alice, las tonterías de Rose y mis silencios, hasta que me sacaron de uno muy largo.

—¿Otra vez soñando despierta? —Alice frunció el ceño—. Creo que secuestraré tu Kindle, no te hace bien, sigues alucinando con los galanes apasionados de tus novelas y ya te dije que…

—¿Tú sabías Alice que tu cliente Aro nos invitó a un club Dark? —solté de improvisto. La cara de Rose fue digna de una foto por el asombro pero Alice sólo rió de medio lado… La muy zorra lo sabía.

—¿Un club Dark? ¿En serio?

—Sí, Rose y ésta —señalé a Alice levantando la barbilla—, lo sabía.

—No es para tanto —hablaba despreocupada—. Además, pensé que si les decía no iban a querer ir, hacía tanto que queríamos entrar que…

—¿Estás loca? —Me llevé un dedo a la sien—. Por nada del mundo me hubiera negado.

—Yo tampoco Alice —Rose también la miró ofendida—, ya sabes que soy medio retorcida a veces.

—¿Solo a veces? —Le lancé un chocolate y lo atrapó en el aire.

—Sí, las veces que puedo estar con Emmett. Por cierto, quiero que lo conozcan —Alice y yo giramos nuestras cabezas hacia ella, esto ya iba en serio—. Habrá una cena de varias firmas de arquitectos y ustedes vendrán conmigo.

—¿Estás enamorada de él Rose?

—¡Alice!

—¡Lo estás! —confirmó nuestra amiga.

—Yo… no sé, creo que sí. Me gusta y parece un buen chico, no como… —Movió la cabeza, como sacudiéndose el recuerdo—. ¿Vendrán? —preguntó con la carita triste.

—Claro tonta, ¿cuándo no hemos estado juntas en los momentos importantes? —Alice le dio un cariñoso codazo.

—Iremos Rose —aseguré.

***.

El tiempo pasó volando y yo seguía feliz con mi cómodo —pero demandante— trabajo en la agencia. Llegaba a casa tan cansada que mi Kindle ya se estaba empolvando porque apenas ponía un pie adentro del apartamento, me tiraba en la cama a dormir.

Fueron dos semanas de relativa tranquilidad porque, a pesar de que casi había dejado el tema Cullen de lado, ocupada por mi trabajo, la imagen de esos ojos verdes era constantemente recurrente. Me ponía nerviosa y, más de una vez, estuve a casi nada de derramar el café sobre unas impresiones listas para entregar. No podía sacarme a ese maldito engreído por completo de la mente pero cada día que pasaba, gracias al cielo, el recuerdo de su mirada penetrante me afectaba menos, haciéndose su recuerdo menos claro para mí.

***.

La gran noche de Rosalie llegó y, para ir a la cena, opté por un vestido Dior de la temporada. Era ceñido al cuerpo y me recordaba a las actrices de cinturas estrechas de las películas italianas de los 50's y 60's como Sofía Loren. Era de color salmón desvanecido hacia abajo y con muchos pequeños olanes por todo el cuerpo del vestido y el cuello era redondo bajo con un coqueto moño que descansaba sobre mi pecho. Corto hasta arriba de la rodilla dejaba ver un poco mis muslos y mis pantorrillas, sin medias; mis zapatos Gucci color perla muy altos con el tacón de madera muy fino y mi cartera a juego. Mi gabardina, por supuesto, color marfil.

Me di un último vistazo en el espejo y me fui contenta a la gran cena de Rose. Desde tres días antes nos llamaba a cada rato para asegurarse que no fuéramos a faltar. La sentía nerviosa pero nerviosa feliz. Alice y yo sabíamos lo importante que era para Rose esa cena y nada tenía que ver con su trabajo. Para ella, que conociéramos a Emmett era el equivalente a presentárselo a sus padres y, a falta de ellos, nosotras éramos su única familia y por como veíamos que se estaba desarrollando la relación entre ellos, estábamos seguras que lo que Rose necesitaba era nuestra aprobación, por decirlo de alguna manera. Pero ni Alice ni yo nos preocupábamos mucho; nuestra amiga era una chica madura aunque a veces no lo pareciera, muy inteligente y con los pies bien puestos sobre la tierra.

Si tenía que nombrar a alguna de las tres con la que la vida se había portado peor, esa sin dudarlo era Rosalie. Perder a sus padres y enviarla a un internado lejos de Nueva York —de donde era originaria—, había sido muy cruel pero ¿a quién recriminarle? Y para colmo, unos años después, el amor no le había pintado su mejor cara. Fue ahí cuando Alice y yo nos dimos cuenta de lo valiente y fuerte que era al saberse sobreponer de tantos golpes bajos que la vida le daba. Como a todas, la vida y las circunstancias nos habían hecho madurar a la fuerza, en algunos casos de forma más cruda a unas que a otras pero siempre estuvimos unidas apoyándonos y haciendo lo posible para reconfortarnos y no sentirnos tan solas, como en realidad estábamos.

Esos recuerdos me hicieron sonreír al ver la gran mujer en la que Rosalie se había convertido y que era una bendición tenerla como amiga y hermana en mi vida, al igual que Alice.

Conduje hacia Leicester Square, donde se encontraba el hotel en el que se celebraría la cena. Dejé mi auto en el estacionamiento del hotel y no pude evitar bajar el retrovisor para dar una última mirada a mi maquillaje. Era una vanidosa, lo sabía y me gustaba.

Subí por el ascensor hasta el último piso, donde estaba el salón; cuando llegué y se abrieron las puertas me maravillé al ver la exquisita decoración. Una mesa redonda de cristal era la base de un arreglo de flores de varios tipos en colores rojo cereza y blanco. Al fondo un cartel indicando que en el interior de ese salón se celebraba la "Gran Cena de Arquitectos". Avancé un poco y dos puertas muy anchas y abatibles permitían el acceso al salón. Antes de entrar dos señoritas me preguntaron mi nombre y a qué firma pertenecía. Confirmaron que era invitada de Rosalie Hale y, amablemente, una de ellas me guió hasta la mesa donde mis amigas ya me esperaban.

—¡Bella! —Rose se levantó y corrió a abrazarme—, te ves guapísima —Se separó un poco de mi para observar mi vestido—. ¡Es precioso!

—Gracias Rose.

—Ven —me tomó de la mano—. Emmett, ella es Bella, Bella él es Emmett —Rose estaba nerviosa y apreté suavemente su mano.

—Mucho gusto en conocerte Bella, Rose me ha hablado mucho de ti y de Alice —guiñó discretamente un ojo a Rose y extendió su mano hacia mí, dándome un apretón suave pero firme.

—Igualmente Emmett, yo también he escuchado mucho de ti —Me acerqué a una silla y en fracción de segundos él ya la había retirado para que me sentara. Qué caballero. ¡Cómo me gustaban los hombres así!

—Rose me ha dicho que las tres son americanas —dijo dando tema a la conversación—. Yo soy de Tennessee, pero desde los cinco años mis padres me trajeron a Inglaterra, prácticamente soy británico —sonrió y dos hoyuelos se formaron en sus mejillas.

—Entonces casi estamos en igualdad de circunstancias, las tres llegamos a Suiza cuando teníamos trece años y luego nos quedamos aquí, en Londres.

—¿Tu padre también es arquitecto? —Alice empezó con su cuestionario.

—Lo era —asintió—, murió el año pasado, y mi madre un año antes que él, el corazón —hizo una mueca.

—Oh, lo siento —murmuré y antes de darle oportunidad de decir algo, Alice siguió.

—¿Tienes hermanos?

—Aliiice —susurré y la pateé discretamente.

—Soy hijo único —logró esbozar una sonrisa.

—Nosotras también —dije apresurada.

—Lo sé, Rosalie me ha contado lo unidas que han estado —Tomó su mano sobre la mesa y Rose casi se derritió en ese instante—. Gracias por cuidar de mi Rosie hasta que yo llegara.

Alice y yo nos miramos asombradas, ¿qué había dicho? ¿Mi Rosie? ¡Oh por Dios! ¡Estaba enamorado!

Que sorpresa había sido ver que Emmett era como nos lo había descrito Rose cientos de veces. Yo no tenía mucha experiencia práctica en el amor pero si muy teórica y la forma como miraba a mi amiga no se podía fingir, sus ojos brillaban y cada vez que ella hablaba no existía nada más para él que lo que Rose dijera. Me daba mucho gusto por ella, porque lo amaba y era correspondida, al fin había llegado el amor a su vida.

Conforme avanzó la noche, Rose nos presentó también a sus jefes y compañeros de trabajo y resultaron todos ser muy simpáticos. Llegó la cena y durante ésta, los presidentes de algunas de las firmas hablaron y entregaron algunos reconocimientos. Yo trataba de poner atención al mismo tiempo en que me llevaba a la boca una cucharada de la deliciosa sopa de almejas.

"—…y especialmente queremos agradecer al señor Edward Cullen, por la confianza depositada en nuestras firmas para llevar a cabo las construcciones de su nueva cadena de hoteles y clubs de golf. Es un reto y un honor integrarnos a su equipo de trabajo y esperamos ver pronto resultados excelentes en este nuevo proyecto".

Al escuchar ese nombre que, según yo ya se había difuminado en mi subconsciente como para no sobresaltarme, la cuchara cayó de mi mano al plato de sopa manchando mi vestido. Como por un milagro nadie notó el ruido de la cuchara de plata al chocar con la porcelana del plato gracias a los aplausos que llenaban el salón. Mi primera reacción fue levantarme de la mesa y correr al tocador para limpiar la tela. Ni siquiera Alice que tenía como 8 pares de ojos y 10 orejas se percató de mi accidente y de mi rápida huída.

¡Era él! El mismo que no sin dificultad, había intentado sacar de mi mente por muchos días. El que me había robado momentos de concentración en mi trabajo y de paz en mi casa para imaginarlo en mil situaciones conmigo. El mismo que me había inspirado diversas emociones, confundiéndome y llevándome hasta el límite de mis fantasías. Respiré profundo, mojé una toalla y con cuidado la pasé sobre la mancha hasta que desapareció, luego la sequé un poco con el aire caliente del secador automático y, cuando sentí que ya sólo estaba húmeda, me dispuse a regresar a la mesa.

Salí del tocador nerviosa y con la mirada baja concentrada en mi vestido cuando choqué contra un muro de concreto. Por no fijarme por donde iba, la persona con la que había chocado derramó el contenido de su vaso encima de su elegante traje.

—¡Oh por Dios! ¡Perdóneme! —instintivamente levanté la mano hacia donde se había derramado el líquido pero un fuerte y firme puño se cerró sobre mi muñeca impidiéndome tocarlo.

—¡Lo sien… —Levanté la mirada y como si hubiera mirado directamente a los ojos de la mismísima Medussa, quedé paralizada como una estatua de piedra bajo esos intensos y fríos ojos verdes. Estaba sin poder moverme, petrificada bajo la mirada llena del poder intimidante del Señor… No pude mirar hacia otro lado, sus ojos tenían capturados los míos, hipnotizándolos, derramando sobre mí su dura indiferencia que me hizo sentir minúscula ante él. ¿Cómo podía ejercer ese control en mí y mantener suspendida hasta mi respiración con esa sola mirada? Mi rostro no podía expresar ni una emoción y mi interior hervía ante mi incapacidad de reaccionar; estaba en un estado de catalepsia en el que por dentro gritaba por auxilio y por fuera mi expresión no decía nada.

El Señor soltó de pronto mi muñeca inmovilizada por su dura mano y dio un paso hacia un lado para esquivarme sin despegar sus ojos de mí, aún cuando yo ya estaba fuera de su camino sentía el frío poder de su mirada. No era posible, a mi no me estaba sucediendo aquello. No podía creer que no fuera capaz de salir de su influjo. Cuando ya estaba algunos pasos delante de mi, giró su rostro hacia el frente y siguió su camino.

—Bella, ¿estás bien? —Alice llegó junto a mí—. Desapareciste de la mesa, ¿qué ocurrió?

Me esforcé por salir de mi estado catatónico para responderle a Alice.

—Arruiné mi vestido —balbuceé—, me cayó sopa encima.

—Humm, no te preocupes —dijo mientras evaluaba el daño—, el lunes lo llevo para que lo laven en seco y verás que queda como nuevo. Vamos —y me arrastró de nuevo a la mesa.

Ya no me fue posible estar tranquila por el resto de la noche. Evité por todos los medios voltear para buscarlo y, aunque me costó toda mi voluntad, creí haberlo podido lograr, pero no podía negar que me sentía cohibida y nerviosa. Emmett nos mantuvo atentos con su plática divertida y envolvente, me distrajo y me relajó bastante al unirme de vez en cuando con algún comentario, bien podría decirse que gracias a él, mi percance de un rato antes y mi estado de ánimo, pasó desapercibido para todos.

—¿Qué les parece? —nos preguntó Rose cuando Emmett se disculpó un momento—. ¿No es un sueño?

—Amiga lo atrapaste —aseguró Alice—, ese hombre está loco por ti, no puede disimular ni por un momento lo enamorado que está, míralo…

Alice hizo un movimiento discreto con la cabeza señalándolo, Emmett estaba platicando con varias personas pero no podía desatornillar esa sonrisa de su rostro.

—¿Lo ves? Ese hombre está rebosante de felicidad, cuídalo Rose, cuida lo tuyo.

—¿Y tú Bella? Dime qué piensas de Emmett —Apretaba con fuerza una servilleta.

—Que es un buen chico —Le di un empujoncito con mi hombro—, y muy educado. Eso me gusta y además te quiere Rose, se le ve que está fascinado contigo.

—Ay chicas —hizo un pucherito—, gracias por todo.

—Nada de ponerse tristes, esta es tú noche y tienes que estar feliz —le advertí—. Mete el estómago, plántate derecha, saca el pecho, levanta el trasero y adelante…

—¿Aún lo recuerdas? —Alice juntó sus perfectas y delineadas cejas—. Hace mucho que no lo decíamos.

—¿Cómo olvidarlo? Es nuestro mantra.

***.

La cena terminó y bajamos al estacionamiento. Emmett esperó a que tanto Alice como yo subiéramos a nuestros autos para marcharnos a casa. Conduje sin mirar, fue un milagro que llegara hasta mi calle sin tener un accidente porque no recordaba cómo era que había llegado a casa, ya que una mirada de desprecio, lo más seguro porque le derramé su bebida sobre su costosísimo y fino traje, ocupaba mis pensamientos. Esa actitud amargada y llena de arrogancia, parecía ser común en él y no tenía cómo opinar lo contrario debido a que las dos veces que lo había visto, ese dejo de frialdad y soberbia lo acompañaba en todo momento.

Pero era hermoso. Sus rasgos definidos y marcados me hacían pensar en siluetas y rostros perfectos grabados en piedra, en estatuas griegas esculpidas en mármol, tan frío y perfecto, como el mismísimo Señor. ¿Cómo sería sentir su mirada si fuera un destello verde cálido? Que la tibieza de sus ojos bañara mi cuerpo calentando cada parte ansiosa de él…

¿En qué demonios estaba pensando? No podía permitir que ese hombre petulante se metiera en mi cabeza, controlando mis pensamientos y hasta mis sueños.

Enojada, ya sin maquillaje y solamente con unas bragas y una camiseta, me acosté en la cama. Tomé mi Kindle y le sacudí el polvo que tenía de tanto tiempo sin usarlo, necesitaba una buena novela que me despejara al prepotente hombre que quería ocupar el lugar de mis fieles y cariñosos amantes ficticios.

Busqué y decidí que lo mejor para esa noche era una novela romántica muy rosa. Tierna, que mostrara el amor puro de un amante entregado y con un alma generosa. El Señor no era así; todo él gritaba soberbia y arrogancia… ¡Otra vez invadiendo mi mente!

No pude leer ni dos líneas, no estaba concentrada. Me cubrí hasta la cabeza con las sábanas para dormir de una buena vez pero no fue para nada una buena noche, nunca esperé que lo fuera pero tampoco pensé que fuera a ser tan mala. Me moví inquieta por toda mi cama y me levanté varias veces por un vaso de agua. Ya muy entrada la madrugada, logré dormirme. Me despertó el timbre de mi teléfono a medio día, al menos había dormido algo.

—Hola Bella, necesito que me acompañes, paso por ti en una hora. —Alice y sus sábados de compras.

—No dormí bien ¿Podríamos dejar las compras para otro día?

—¿Te sientes mal? ¿Estás enferma?

—No, yo…

—¡Voy a tu casa!

—Estoy bien Alice, no es nada. Solo un poco de insomnio.

—Ah, menos mal —dio un suspiro exagerado de alivio—. Entonces alístate para que me acompañes, tengo que ir a recoger mi identificación, la encontraron en el hotel y me han llamado esta mañana, seguro que se me cayó de la cartera. Qué amables y considerados son ¿no lo crees?

Contra Alice no era posible luchar, así que acepté con la promesa de que después iríamos a comer a un buen lugar y no de compras. Estuve lista a la hora acordada, pasó por mí y nos dirigimos al hotel. Durante todo el trayecto hablamos de Rosalie y Emmett, ambas estábamos contentas porque coincidimos en que se veían muy enamorados y sobre todo, que él la cuidaba mucho y eso era algo muy importante para nosotras, que cuidaran a Rose.

Llegamos a Leicester Square y dimos vuelta en la esquina del hotel, dejamos el auto de Alice en el estacionamiento y subimos a la recepción.

—Bienvenidas al Radisson Edwardian Hampshire señoritas.

¿El qué? ¿Radisson Edwardian? ¿Era una puta broma?

—Hola soy Alice Brandon y vengo a recoger mi identificación. Ustedes la encontraron, qué amables en guardarla.

¿Cómo es que no me di cuenta antes? Todos se referían a ese hotel como al Radisson de Leicester Square, era lógico que no lo relacionara, supe que había sido remodelado y redecorado pero…

¿Edwardian? ¡Qué cabrón tan arrogante! ¿Ponerle su nombre al puto hotel? Maldito inseguro que necesita que le estén reafirmando cada tres segundos su poder.

Casi arrastré a Alice fuera del hotel, no quería estar un solo instante más en ese lugar, con mi suerte no hubiera sido raro que me lo topara por ahí y pensara que lo estaba persiguiendo. Pobre idiota.

Por la noche, de nuevo en casa y con una copa grande de vino en mis manos, pensaba en los desafortunados encuentros que había tenido con Edward Cullen. Eran una rara coincidencia, tomando en cuenta que no podía sacarme al tipo de la cabeza. ¿Por qué me atraía tanto? ¿Qué tenía que me provocaba toda esa oleada de sensaciones extrañas y contradictorias?

***.

— "…¿Sabes quién soy yo? —asentí con timidez—. Entonces no tengas miedo.

Me tomó de la mano y me llevó hasta donde estaba un banco largo y un poco ancho acolchado en tela rugosa de color rojo

—Ven, recuéstate —dijo con su voz hipnótica la cual era incapaz de desobedecer. La desnudez de mi piel entró en contacto con lo áspero de la tela y me estremecí, no sabía si por ese roce, por la ansiedad ante lo que estaba a punto de suceder o tan solo por estar con él…

Ató mis brazos manteniéndolos sobre mi cabeza, abrazando mis muñecas con un suave pañuelo de seda roja, ese contraste contra la superficie rasposa de mi espalda hizo que ahogara un suspiro en mi garganta.

—Debes decirme todo lo que sientas —Acto seguido, mis tobillos también se vieron envueltos en seda roja y firmemente atados a las patas del banco donde me encontraba recostada, dejándome abierta y expuesta ante él.

—Tu piel es tan blanca, tan suave —Y, con una lentitud atormentante, las yemas de sus dedos descendían por el valle de mis senos y acercaba su rostro a mi cuerpo, hasta hacerme sentir su respiración tibia sobre mi erizada piel. Mis emociones fueron cambiando conforme él me acariciaba, si en algún momento tuve temor, había logrado disiparlo al tocarme, al sentir que disfrutaba el lento recorrido de sus dedos y su aliento en mi garganta.

Un imperceptible jadeo escapó de mi boca y él levantó la mirada hacia mí.

—No te reprimas —Su incitadora voz hizo que inconscientemente echara la cabeza hacia atrás y arqueara mi cuerpo—. Así, justo así… —Su lengua rodeó mi ombligo lamiendo su interior y exterior, iniciando la combustión entre mis piernas al mismo tiempo que su mano se paseaba libremente por mis caderas y abdomen. Era demasiado, él me conocía y sabía como hacerme llegar a ese punto de excitación en el cual ya nada tenía importancia para mi más que recibir todo el placer que él pudiera proporcionarme.

Su aliento abandonó mi vientre y fue bajando poco a poco hasta llegar a mi montículo, bajó un poco más y llegó a mis labios vaginales que guardaban lo que él tantas veces me había repetido que le pertenecía, que ahí estaban mi corazón, mi alma, mis deseos y mis voluntades, toda mi esencia de mujer y que yo nada podía hacer para evitar que tomara lo que era suyo por derecho, porque ya me había rendido a él.

Pasó uno de sus dedos por mis labios inferiores y el calor me subió a la cabeza, presionó mi clítoris con suavidad y en un acto reflejo levanté las caderas para sentir su toque más profundo, dentro de mí.

—Por tu obediencia, te has ganado un premio. Pídeme lo que desees que te lo concederé —No podía creer lo que escuchaba, pero no perdería mi tiempo, ya sabía lo que quería pero ya no era solo un deseo, era una necesidad.

—A ti, te quiero a ti, duro, dentro de mí —Sabía el efecto que mis palabras le causaban y no me equivoqué; con prisa, se deshizo de sus pantalones que eran la única prenda que cubría su cuerpo y se colocó entre mis piernas abiertas. Se clavó en mí sin miramientos, sin delicadeza. Como se lo había pedido, se introdujo en mí una y otra vez, con su necesidad salvaje, desesperada y no contenida…

—Sí, sí, eres mío…

—No. —Se irguió sobre mí—. Tú eres mía y yo… Y soy tu Señor…"

***.

Me desperté de pronto y una fina capa de sudor cubría mi cuerpo; estaba asustada, agitada, y con un calor abrasador entre las piernas; mis senos los sentía sensibles; mis erectos y duros pezones resentían el delicado roce de la tela contra ellos. Nunca un sueño me había parecido tan real como para haberme despertado con tal calor y excitación. Traté de convencerme de que estaba exagerando mi reacción y me lo repetí tantas veces, que me lo creí, aunque ya no pude volver a dormir. Sueño o no, la sensación de su cuerpo apoderándose del mío era extasiante, el rítmico y rudo vaivén meciendo mi cuerpo mientras me premiaba por ser obediente y buena, era abrumador.

El domingo lo pasé enfadada conmigo misma, me traicioné y me dejé envolver por un miserable, estúpido y falso sueño. No era posible que yo, la chica con más dominio de sí y fuerza de voluntad, se dejara arrullar toda la jodida madrugada por una escenita de novela. Y lo peor era que cada vez que bajaba mis defensas ante el recuerdo, una extraña sensación en mi bajo vientre empezaba a bullir.

Me urge un amante.

¡Que amante ni que nada! Si había sido capaz de estar sola por años, no venía al caso esa idiota idea. ¿Estaría comiendo algo descompuesto? ¿Me habría dado un golpe en la cabeza? Solo así podría comprender mis descalabres cerebrales, no podía encontrar otra sana explicación, y como si de una mala broma se tratara, esa noche mis pesadillas regresaron, solo que en esa ocasión esos ojos tenían color pero no alma.

Edward Cullen.

Por varios días mis tormentos llegaban fieles a media noche, dispuestos a castigarme dándoles cada vez más realce a las escenas representadas en mis sueños. Siempre me despertaba cuando ya estaba a punto de llegar al orgasmo, interrumpiéndolo, negándomelo. Con dificultad, volvía a dormir pero mi sueño ya no era tranquilo, estaba resignada a que mis pesadillas hicieran de mí lo que quisieran, porque estaba confiada que así como de repente habían llegado, de esa misma forma desaparecerían.

¿Significarían los sueños algo en realidad? ¿Tener el mismo sueño recurrente era indicio de algo?

—¿Bella te sientes bien? Te veo… mal —dijo Jane con sincera preocupación.

—No he podido dormir bien —le confesé—. He tenido insomnio —hice una mueca de desagrado.

—Pues ve al médico, creo que tu insomnio ha sobrepasado los niveles normales.

Eso ya fue preocupante. Que estuviera cansada y desganada era una cosa pero que mi aspecto delatara lo pésimo que me sentía por dentro, era otra cosa. Necesitaba hacer algo al respecto, ¿pero qué?

—Él te dará algo para que puedas dormir como un bebé.

¡Por Dios! mi problema no era exactamente el no dormir, eran mis sueños. Ese era mi verdadero problema, que mientras más dejaba pasar los días esperando que se esfumaran, estos se hacían más y más vívidos, reales; tanto, que me estaban enloqueciendo y si no hacía nada, entonces sí tendría que hacerle caso a Jane y visitar no sólo a un simple médico sino a un loquero.

¿Cómo no lo pensé antes?

Apurada, llegué a casa y con mi laptop en la cama, me di a la tarea de investigar el significado de los sueños. De eso dependería mi futuro próximo… con el psiquiatra.

Significado de los sueños.

Sexo.

Los sueños de relaciones carnales son muy frecuentes y la mayoría de las veces son el reflejo de necesidades reales no suficientemente satisfechas, especialmente cuando nuestra pareja onírica es la nuestra de la vida real o si se trata de alguien desconocido; cuando dicha pareja es alguien conocido pero con el cual no es fácil que el sueño se haga realidad,

nos delata nuestra atracción hacia la misma.

Pero otras veces los sueños sexuales adquieren connotaciones de una sexualidad particular y morbosa que aunque no debe tomarse al pie de la letra, si es importante tener en cuenta, pues suele indicar el cansancio por una vida sexual monótona y los deseos de innovaciones en la misma; lo que sucede es que para hacer más perceptible dicha situación, el inconsciente nos muestra situaciones extremas.

Sólo en raras ocasiones el sueño revela apetencias que conscientemente no nos atrevemos —ni desearíamos— que salgan a la luz.

En realidad, lo malo de los sueños sexuales es cuando no se tienen nunca, lo que indicaría una falta de interés por dichos temas que, de no ser compensado por otros sueños de análogo significado, aconsejarían la consulta con nuestra propia conciencia o con un psicólogo.

Vaya, vaya. ¿Así que de eso se trataba no? De necesidades reales no suficientemente satisfechas, que si se sueña con un conocido con el cual no es factible que se llegue a realizar dicho sueño es porque se siente una atracción real por esa persona, que esos sueños podrían revelar la necesidad de un cambio, de innovaciones en la vida sexual…

No satisfecha, seguí buscando e investigando; analizando la infinidad de resultados que aparecían frente a mí para llegar a la misma conclusión: Edward Cullen me atraía para satisfacer lo que era obvio faltaba en mi vida… sexo.

Pero… ¿Sólo era eso?

Oh no, Edward Cullen me gustaba y haría lo que fuera necesario para hacerlo… Mi Señor.*







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¡Hola, mis Kinkys hermosas!

Espero que estén disfrutando el volver a leer esta historia, así como nosotras disfrutamos traerles de nuevo cada capítulo del Señor.
Estamos muy contentas por todos los comentarios que hemos recibido, nenas, y no nos queda más que decirles, ¡muchas gracias!

Nos vemos el próximo fin de semana por aquí. Besos :*

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