NASTY
Disclaimer: Los personajes no son de mi autoría sino de la estupenda creadora de la saga, S. Meyer. Por otra parte, la trama, es mía. Esta historia, narra temas controversiales y que pueden causar algún tipo de molestia o incomodidad, por lo tanto, si no tienes criterio formado, te sugiero, no leas.
Capítulo editado por Jo Ulloa
Créeme, en tu corazón brilla la estrella de tu destino.
Friedrich Schiller.
CAPÍTULO 2
—¿Papi?
—Bella, ¿cómo estás? ¿Cómo llegaste, hija?
—Muy bien papá, ya sabes, el vuelo fue pesado pero ya estoy acostada en mi cama —bostecé—. Tengo dos días antes de empezar con mis entrevistas de trabajo y quiero…
—Bella, ya hemos hablado de esto mil veces —me dijo tratando de convencerme una vez más—, no tienes porqué hacer esto, tú ya tienes un patrimonio y no es cualquier cosa, es algo tuyo que cuidar, algo porqué entregarte y en lo que poner el alma hija. No entiendo porqué no quieres hacerte cargo de nuestra empresa Bella, no lo sé… —Lo escuché dolido.
—Papá…
—Dime, si no eres tú, ¿quién va a hacerse cargo de esto que me tomó toda la vida construir para ti? ¿Te avergüenzas?
—¡No!
—Háblame Isabella, explícame si no es eso, entonces, ¿qué es?
—No papá, jamás podría avergonzarme de tu trabajo, al contrario, valoro mucho todo este esfuerzo y el tiempo que te ha tomado hacer de Higgin Steel Group la gran empresa que es hoy. Es sólo que…
—Hazme entender Bella, por favor… —habló suplicante.
—Yo…amo el diseño, la publicidad y… Y sé que en un futuro alguien debe tomar las riendas de la empresa, pero por ahora, déjame hacer lo que me gusta, no será para siempre papá, ya te lo he dicho, sólo quiero disfrutar de lo que me apasiona unos años, sólo eso… Dame ese tiempo y te prometo que cuando tenga que ponerme al frente de nuestra empresa, estarás tan orgulloso de mí como ahora yo lo estoy de ti.
—Ay Bella, eres igual a tu madre —Mi corazón se encogió—. Tienes su mismo poder de convencimiento; estoy seguro que Reneé debe estar riéndose de mí allá arriba.
—Entonces, ¿estamos bien papito?
—Claro que sí, Bella —suspiró rendido—. Sabes que siempre te apoyaré aunque no me guste, prefiero hacerlo y que no por mi terquedad decidas hacer las cosas a tu modo y luego acabemos enojados y aún más distanciados que lo que hemos estado por tanto tiempo, aunque esta es una distancia geográfica y no de sentimientos, te quiero mi pequeña.
—Nunca haría las cosas a mí modo —Me quejé.
—¿Estás segura? En el internado no decían lo mismo.
—Esos son tiempos pasados, además era una niña y ya no lo soy, he madurado —Una estruendosa carcajada se escuchó del otro lado de la línea—. Ah, con que no me crees…
—Para mí, siempre serás mi infantil niña pequeña, no crezcas Bella, no lo hagas nunca...
Papá siempre me decía eso, que sus ojos nunca podrían verme crecer, tal vez por eso se le hacía muy duro aceptar la idea de que me quedaría el Londres unos años más. Él me quería a su lado, para poder cuidarme y mimarme por todo el tiempo que no pudo hacerlo, por todos esos años en los que mi familia solamente se formó por dos personas, Alice y Rose y mi hogar era un dormitorio en un internado muy lejos de él.
—Ahora sí nenas, levantando el codito y empinando bien esas copitas… Por ti, Bellita —dijo Alice.
—Sí Bella, por ti y porque ya entrarás en acción.
—Gracias, Rose —Las abracé.
—Claro, no es la acción que nosotras hubiéramos deseado para ti pero al menos te rozarás con otros especímenes diferentes, de más nivel —Alice me guiñó un ojo al mismo tiempo en que me daba un codazo—, tú sabes…
—Ustedes hablan de mí como si viviera a seis metros bajo tierra y solo saliera a la superficie en busca de alimento —me quejé.
—Ay Bella relájate, sabes que queremos verte feliz.
—¿Acaso me ves llorando por los rincones, Alice?
—Pues no, pero ya va siendo hora de que te desempolves un poco, ¿no? ¿Dónde quedó aquella Bella atrevida del internado? —Rose me miró con nostalgia.
—La enterró y solo sale de vez en cuando a la superficie por víveres —respondió Alice y ambas estallaron en carcajadas—. ¿Cómo te fue Bella? —preguntó intentando dejarse de reír; ese par era de lo peor, pero las quería demasiado.
—Muy bien, acompañé a papá a varias ciudades para revisar algunas plantas y pasamos mucho tiempo juntos, aunque me consumió con lo mismo de siempre, ya saben, que no le agrada la idea de que me quede un tiempo trabajando por aquí.
—Yo tampoco lo entiendo —Rose me miró intrigada—. ¿Cómo es que prefieres buscar un trabajo como cualquier mortal siendo hija del dios del acero? —Rodé los ojos y me acomodé en mi silla.
—Se siente solo Bella, ya quiere tener a su nena a su lado.
—Nada de que se siente solo Alice, tiene a Carmen —me llevé una botana a la boca—. Ya llevan saliendo —hice comillas con los dedos— varios meses y si la vieras, te enamorarías de ella en dos segundos. Es muy guapa, elegante y con ese aire latino muy chic, además tiene un sentido del humor bárbaro, me gusta para papá.
—¿Y de dónde salió la fabulosa Carmen? —Rose lucía intrigada.
—Estaba muy deprimida por la muerte de su esposo y su hermano Eleazar, que es amigo de papá, la animó a ir a una cena y los presentó pensando en que como él también había perdido a mamá víctima del cáncer, la pudiera ayudar a salir a su depresión y parece que acertó, ambos se ven muy contentos.
—Pues me da mucho gusto escuchar que el tío Charlie ya tiene novia y, ¿sabes?, creo que Carmen tiene mucho que ver con que tu papá haya aceptado que te quedes aquí, lo convenciste y aquí estás lista para hacer lo que quieres —Rose levantó su caballito de tequila—. ¡Salud por eso, amiga!
—¿Y cuándo empiezas con tus entrevistas?
—El lunes Ally —El mesero llegó con nuestros platos—. Cuando estuve en San Francisco con papá, aproveché mi tiempo y envié tantos currículos como me fue posible, puedo jurar que no hay una sola agencia de diseño y publicidad que no haya recibido mis datos —Levanté mis cejas feliz—. ¿Y ustedes, nenas?
—Yo conocí a un chico en la obra Bella… Él es dueño del otro despacho de arquitectos que se encarga de la segunda parte del complejo de apartamentos, es guapísimo, enorme y musculoso pero es muy tierno y también muy inteligente, se llama Emmett y ya me invitó a salir. —Rose era arquitecto y trabajaba para un despacho muy importante; amaba su trabajo y adorábamos verla enfundada en jeans y franelas de trabajo, con sus botas y el infalible casco que se ponía sobre las hermosas y gruesas trenzas rubias cuando le tocaba ir a revisar las construcciones y cuando iba al despacho, dejaba a todos con la boca abierta con esas faldas tubo tan ceñidas que le quedaban perfectas.
—Te veo, te oigo y no lo creo. ¿Tú Rose? ¿La que no cree en el amor a primera vista? —espeté sarcástica.
—No seas aguafiestas, además, nunca dije que no creía, sino que era bastante improbable que me sucediera a mí pero mira, parece que me equivoqué —dijo con una infantil y fingida inocencia que hasta yo, que la conocía como la palma de mi mano, me lo pude haber creído.
—Entonces, ya cayó en tus garritas.
—Dirás en su camita Bella, porque esta zorra caliente no pudo contenerse, parecía alcohólico en etapa de abstinencia y tuvo que meterlo entre sus sábanas al tercer día —Los ojos de Alice se abrían enormes mientras me contaba las aventuras de Rose—. Ya lo desplumó y el pobre grandulón no sabe ni qué fue lo que lo golpeó. —No pudimos evitarlo y nos reímos soltando sonoras carcajadas.
—Al menos no es como tu cliente, el rubio estirado ese que no cae en tus redes por más que te esfuerces en tender tus trampitas.
—¿Qué hay de ese chico rubio, Ally?
—¿Whitlock? Ni me lo menciones, es un lento y yo necesito acción. Si algún día llegara a proponerme algo, al paso que va nuestra luna de miel será en una casa de descanso para ancianos, pero ya caerá, ya caerá. Ésta semana lo hice sudar al llevarle el muestrario de telas para que escogiera las cortinas, casi le da un aneurisma cuando me acerqué, mi blusa tenía los tres primeros botones sueltos, hubieran visto su cara —hizo una mueca—. El muy maldito tiene mucho autocontrol.
—Hablando de decoración, ¿cuándo terminarás de ayudarme con mi apartamento?
—Tú no necesitas mi experta ayuda Bella, lo haces muy bien sola, tienes muy buen gusto gracias a mí, pero para que veas que soy buenita y te quiero, el día que tú quieras vamos de compras para terminar con alguno que otro accesorio.
—Gracias, Alice.
—Tu apartamento es un sueño romántico, me encanta, tenemos que inaugurarlo.
—¡Dalo por hecho, Rose! Cuando consiga trabajo lo festejamos ahí.
—–¿Y qué les parece si para calentar motores el próximo viernes vamos al Nasty?
—Me da mucha flojera solo de pensarlo Ally ¿Hacer una larga fila para ver si se le da la gana al de la puerta dejarnos pasar? No gracias.
—¿Y quién dijo que tendremos que esperar en la fila? —Con lentitud enfermiza, Alice fue sacando una tarjeta roja con el logo del inaccesible club y las tres rebotábamos en nuestros asientos, gritando emocionadas.
—¿Dónde conseguiste esto? —Rose leía con detenimiento la tarjeta que le había arrebatado de las manos.
—Un cliente agradecido —dijo orgullosa—, quedó tan contento con su oficina que me dio este mágico pase para que vaya con mis amigas a divertirme.
—Dime que vas a seguir trabajando para él por favor.
—Por supuesto que sí —sonrió feliz—, quiere que redecorésu casa y algunos apartamentos que tiene. Creo que iremos muy seguido a este club nenas y nos va a gustar.
—Creo que ya amo a tu cliente, Alice —Rose pestañeó coqueta.
Me uní a la declaración de mi amiga.
—¡Y yo también!
***
Ese fin de semana fue tranquilo; deshice mis maletas y acomodé todo lo que me había comprado en mi viaje. Había sido un exceso, lo sabía pero adoraba la ropa, los bolsos, los zapatos y todo eso. Cuando estábamos en el internado, las revistas de moda eran nuestro consuelo, así como las novelas eróticas que todavía seguían siendo mis fieles e incondicionales acompañantes en todo momento. De las tres, tenía que reconocer que era yo quién seguía con ese vicio, no podía dejarlo; disfrutaba mucho soñando despierta con cada uno de los apasionados amantes de mis novelas que con sus extrañas formas de expresar su amor, hacían de la vida de las protagonistas un exquisito calvario.
—Estás idealizando el amor Bella —decía Alice cada noche que prefería quedarme en casa leyendo en mi Kindle.
—Así no son los hombres y mucho menos las relaciones —Rose también me advertía, pero yo me refugiaba en mi mundo rosa y me envolvía en él.
—¡Vive, Bella, vive!
Tal vez era como Rose y Alice decían, que mis libros suplían la falta de un hombre en mi vida y que en vez de quedarme a leer debería salir a divertirme y atreverme a buscar un hombre de verdad, no uno impreso en un papel sin vida, que tanto leer me hacía idealizar y esperar por un hombre perfecto que solo existía en mi mente y en mi pantallita, mas no en la vida real. Pudiera ser que tuvieran razón pero no importaba, yo seguiría leyendo y disfrutando como cuarentona y le rezaría cada noche a Diosito para que me hiciera el milagrito y me mandara a mi hombre de novela.
El lunes muy temprano, antes de salir de mi apartamento rumbo a mi primera entrevista, me di un último vistazo en el espejo. Había pasado mucho tiempo pensando qué usar ese día. No quería ir demasiado seria porque no estaba buscando trabajar en un bufete de abogados ni en una empresa financiera o en algo que requiriera de tanta formalidad. Sentía que una agencia de publicidad era un lugar al que podría ir un poco más relajada pero sin perder clase, elegancia y estilo, así que opté por unos tight jeans de color beige muy claro que marcaban muy bien mis caderas, una blusa muy linda de mangas cortas con volantes del mismo color y un chalequito negro, mis zapatos beige con tacón negro y mi, absolutamente, bello bolso Hermès. Me gustó el reflejo del espejo, le lancé un beso y cerré la puerta tras de mí.
Ese día tenía dos entrevistas. No había concertado más de dos en un día porque era muy común que te hicieran esperar por horas antes de dignarse a atenderte y no quería correr de agencia en agencia con los nervios de punta. Muy agradecida por hacerle caso a mi sexto sentido, contaba los minutos que pasaban lentamente sentada en una pequeña salita de espera.
—¿Isabella Swan? —Una chica bajita me llamó con su voz chillona y estridente.
—Soy yo —Me puse de pie rápidamente con mi bolso en una mano y mi portafolio en la otra.
—Sígame. —Me barrió con la mirada de arriba abajo y la seguí a una sala de juntas en donde ya me esperaba un hombre de unos 50 años y un poco calvo.
—Buenos días —saludé y el tipo me devoró con la mirada; me hizo sentir tan mal que mi actitud seguro reflejó mi incomodidad. Después de revisar mi portafolio superficialmente más no mi cuerpo, el libidinoso calvo barrigón me dijo que no tenían vacantes pero que si le daba mi número, me llamaría para discutir algunas opciones que seguramente encontraría más atractivas… sí, cómo no.
Indignada, salí de ahí rogando no encontrarme muchos tipos como ese en mi camino. Me preguntaba cuántas chicas caerían cada día ante las insinuaciones de patanes como él. Sacudí mi cabeza mientras conducía hacia mi siguiente cita que era muy cerca de Trafalgar Square y desde mucho antes de llegar ya iba refunfuñando por lo difícil que me sería encontrar un lugar dónde estacionar mi adorado regalo de cumpleaños por parte de papá, mi Mini Crossover Concept. Desde que había dejado el internado comencé a disfrutar mis cumpleaños porque papá ya los pasaba conmigo y, en el último, me sorprendió con el auto.
Para mi mala suerte, mi segunda cita no tuvo mucho que ofrecerme, como tampoco lo tuvieron ninguna de las entrevistas que tuve a lo largo de toda la semana. El viernes por la noche, llegué a casa bastante desanimada; me desvestí y me puse mi pijama de Hello Kitty que tenía desde el internado, ya estaba muy viejita pero la tela era suavecita y, además, siempre la usaba cuando me daba gripe o estaba un poquito triste como en ese momento, sentía que me reconfortaba de algún modo. Me preparé una sopa instantánea y un vaso de leche con chocolate; me acurruqué en la cama y encendí la tele para ver CSI.
La siguiente semana no fue diferente a la primera.
—No necesitamos a nadie.
—Tus trabajos son buenos pero prefiero a alguien con experiencia.
—Llámanos el mes entrante.
—Déjanos tus datos.
—Eres demasiado buena para el puesto que hay.
—Te llamaremos.
Bfff, no podía aceptar que fuera tan difícil encontrar trabajo para una diseñadora gráfica que se había recibido con excelentes notas en esta ciudad. Estaba un poco decepcionada y el jueves por la noche salí con las chicas para distraerme un poco pero como no me encontraba con el ánimo en niveles óptimos para ir al Nasty, pospusimos esa salida para la semana siguiente, estuviera de buen ánimo o no.
El fin de semana por supuesto me la pasé entre las sábanas de mi cama, suicidándome lentamente con cajas y cajas de chocolates en una mano y mi Kindle en la otra…
—Te has portado mal y sabes que mereces un castigo —decía el hombre enfadado haciéndome temblar de miedo—. No pensarás que te ibas a librar de él ¿verdad? —Negué tímidamente con la cabeza y enseguida escuché su orden.
—Inclínate sobre el escritorio con las piernas separadas —Con movimientos torpes obedecí su mandato y me coloqué como me había ordenado; la ansiedad por lo que vendría, me hizo humedecer—. Levanta la cara y escoge el instrumento con el que debo castigarte según tu falta.
Casi me desmayo al ver frente a mí una fusta y una paleta de madera. La fusta era algo extremo y dejaba marcas por algunos días además que el dolor era insoportable y la paleta de madera, no dejaba marcas pero no sabía si sería capaz de soportar ser castigada con eso, era demasiado… pero mi ansiedad crecía con cada segundo que pasaba así como el latente deseo por mi verdugo.
—Mi mano también considérala aunque sabes bien que es igual de dura como cualquiera de estos artículos disciplinarios —susurró a mi oído—. Te he dado la oportunidad de escoger, si te tardas, seré yo quien decida con qué castigarte.
—Su mano señor —dije débilmente, sabía que tenía razón y que no se tocaría el corazón al ejecutar mi castigo, pero prefería aguantar el dolor que recibiría directamente por el contacto de su mano y no por un objeto inerte y frío.
—Muy bien, haz elegido y serás castigada —Caminaba rodeando el escritorio—. Aunque olvidaste algo… quítate las bragas y ponlas en mi mano —Al escucharlo, un escalofrío recorrió mi columna y lentamente, comencé a bajar la prenda por mis piernas, si tan solo recibiera de él algo más que los azotes—. Rápido Sawyer que no tenemos todo el día ni estamos en un picnic.
—Señor… —me atreví a dirigirme a él; lentamente se giró sobre sus talones y me atravesó con su dura y azul mirada—. Señor, yo… lo siento —murmuré temblorosa pidiendo de alguna manera que mi castigo no fuera tan fuerte.
—Yo no lo siento, ya sabes cómo disfruto castigándote. —Una cínica sonrisa apareció en su rostro y en ese momento supe que era inevitable, no tendría piedad de mí—. Serán diez azotes y contarás cada uno con voz alta y firme, que no te escuche flaquear Sawyer porque comenzaré de nuevo ¿Entendido? —asentí casi imperceptiblemente invadida por el miedo—. ¿Entendido?— su voz furiosa retumbó en las paredes de la oficina de la dirección escolar—. Sí, Señor —casi grité.
Una ráfaga caliente cruzó mi nalga derecha y me erguí un poco ante la sorpresa del golpe. —Uno—, conté como me fue ordenado. El segundo ardor lo recibió mi nalga izquierda y, aunque, lo esperaba fue inevitable la reacción de mi cuerpo despegando el pecho del escritorio. —Dos—, volví a contar, y los choques de su mano contra mi carne tierna siguieron presentándose mientras yo iba enumerando cada uno de ellos… —Diez—. Alcancé a decir con la voz casi en un hilo y la respiración agitada.
—Muy bien Sawyer, recibiste tu castigo con honor y eso de alguna forma y por extraño que parezca, merece una recompensa. —Sus palabras hicieron que me quedara inmóvil. ¿Una recompensa? ¿De qué estaba hablando? No había terminado de imaginar de qué podía tratarse cuando sentí su cálida mano, masajear mis nalgas con delicadeza, untando algo tibio también por todas ellas, causándome revivir mi castigo pero de cierta forma, aliviando mi dolor.
—Espero que esto te sirva y trates de ser una alumna mejor sumisa —susurró a mis espaldas—. Si no, empezaré a creer que lo haces a propósito para que te discipline de esta forma…
¡Carajo! ¡Carajo! ¡Carajo!
Mi despertador sonó sacándome del dulce sueño en el que se repetía mi recompensa una y otra vez. Aquel hombre encargado de mantener la disciplina de ese colegio, me follaba sin piedad, sobre el escritorio tan duro como su impresionante y también duro, durísimo miembro largo y erecto. ¡Maldito puto despertador! Definitivamente esa no era una buena forma de iniciar mi semana.
Con un enfado de los mil demonios, me di un baño y me arreglé para empezar otro día de búsqueda. Me vestí bonita, me arreglé con coquetería para ver si así cambiaba mi humor y salí preparada para recibir más portazos en las narices. ¡Qué injusto!
Conduje hacia el West End, cerca del Soho, que era donde se concentraba la mayoría de las agencias publicitarias de Londres; ubiqué con facilidad la dirección a la que me dirigía y para mi alegría, tenían un estacionamiento privado. Mi ánimo subió dos rayitas en ese momento. El edificio era algo antiguo pero remodelado y decorado con el más fino gusto ¿Cómo no iba a saber de eso si tenía en mi vida a una decoradora de interiores y a una arquitecto?
Arreglé mi ropa antes de entrar y respiré hondo. Arte Digital era una de las mejores agencias de publicidad de todo el Reino Unido y yo estaba a punto de tener una entrevista de trabajo con ellos. Por quedarme ahí estaba dispuesta a todo, a cortar papelitos, a pegar estampitas, a rotular cualquier cosa, todo con tal de trabajar en esa agencia tan prestigiada. Decidida a dar mi mejor esfuerzo en la entrevista, di un paso en su interior y pude notar un aire completamente diferente al de las demás agencias; todo ahí era cálido, limpio y se respiraba una esencia a vainilla que te alegraba el día.
—Hola, soy Isabella Swan, tengo una cita para una entrevista. —La señorita detrás del mostrador de recepción me dio la bienvenida y me hizo seguirla. Ésta agencia tenía todos los implementos más modernos para laborar, desde proyectores, reproductores para todo tipo de material, las más avanzadas computadoras, impresoras y escáneres que pude ver en mi camino hacia la sala de juntas donde esperé alrededor de unos 10 minutos.
—Perdón por la tardanza —Un hombre alto de unos treinta años y de muy buen ver me saludó amable—, hemos estado algo ocupados hoy, siéntate… Isabella —checó mi nombre en una tarjeta que llevaba en la mano—. Bien, tú dirás…
—Estoy buscando trabajo —dije sin preámbulos—. Me acabo de graduar hace un par de meses y necesito colocarme en una agencia, tengo muchas ganas de trabajar y sé que soy buena, solo necesito una oportunidad señor.
—¡Qué maleducado soy! —Se llevó una mano a la frente y luego me extendió la otra—. Discúlpame Isabella, soy Andrew Blake —Era simpático; después del apretón de manos me miró y me dijo.
—Voy a serte muy honesto Isabella —habló con voz calmada—. No tengo un puesto que ofrecerte, pero me gusta tu actitud, anda, veamos lo que has traído. —Al oírlo me sentí decepcionada; sabía que no sería nada fácil encontrar trabajo pero nunca pensé que fuera tan difícil, aun así, me dispuse a mostrarle todo mi portafolio. Le enseñé mis mejores trabajos de la universidad; él los miraba atento y serio. Pasaba las hojas y regresaba para velas de nuevo estudiándolas con detenimiento–—. ¿Tienes algo para ver por aquí? —señaló el cañón y sin pensarlo dos veces saqué un CD que introdujo en la computadora y se empezó a proyectar en la pantalla de la pared.
—Eres muy buena y no sabes cómo siento no poder incorporarte a mi equipo —sonrió con pesar—, pero hay una agencia nueva que necesita personal para el diseño de folletos y catálogos específicamente, sé que estás buscando algo más pero —se encogió de hombros— si quieres puedo enviarte.
—De acuerdo —acepté de inmediato, ya no quería seguir dando vueltas para recibir las mismas respuestas, yo quería un trabajo y eso era lo que obtendría; me demostraría a mí misma que me podría abrir camino sola y empezando desde abajo. Salí de Arte Digital sintiéndome no tan mal como supuse que lo haría y me dirigí a Alter Medios, la agencia que me contrataría.
Sin tantos rodeos, me recibieron y me explicaron que necesitaban de mí; me pusieron al tanto de mi sueldo, no pagaban mucho y tampoco había muchos beneficios pero si un lugar para mí en el estacionamiento y cupones para la despensa; me asignaron una oficina pequeña que compartiría con Jane, otra recién graduada como yo y así como así, me esperaban temprano al día siguiente para empezar a trabajar.
Al llegar a mi apartamento me puse mi pijama y decidí que me merecía una buena cena. Ya tenía trabajo y eso había que festejarlo; me preparé una rica ensalada y un jugoso filete con papas fritas, me serví una copa de vino y cené junto a la ventana del comedor mirando hacia la calle. Suspiré incontables veces esa tarde mientras veía caer la lluvia. Si quería un puesto de importancia ¿qué hacía en Londres si en San Francisco me esperaba una empresa gigante con la responsabilidad del mismo tamaño? Así que no me quejaría y pensaría positivo a partir de ese momento. No debía estar triste, al contrario, Alter Medios podía no ser una agencia grande pero se notaba que los que estaban ahí amaban su trabajo y al final del día eso era lo que importaba, ¿o no?
Esa noche dormí como una ovejita; tranquila y en paz. Me levanté temprano y me vestí con unos leggins negros y una blusa blanca overzise, unas ballerinas negras y mi bolso Balenciaga color caramelo. El día anterior pude percatarme que la informalidad era bienvenida en la agencia, así que mi outfit iba perfecto para mi primer día de trabajo.
En la agencia, Jane me sonrió y me dijo que estaba feliz de tenerme como su compañera porque había llegado cada espécimen digno de un museo a buscar trabajo, llegó a pensar que compartiría la diminuta oficina con un aborigen de esos. Jane era una chica linda, rubia y con unos ojos azules enormes y abiertos que me recordaban al Rey Julien de Madagascar; también hablaba hasta por los codos, en menos de media hora ya sabía que era irlandesa, que había conocido a su novio en la universidad, que vivían juntos desde hacía un par de años y que esperaban la resolución del banco para un crédito que habían pedido para comprarse un apartamento.
Fue una mañana muy ajetreada, Olivia nuestra jefa, nos había dado trabajo como para aventar al cielo. Teníamos que entregarle borradores de logotipos para unas pastelerías, estéticas y zapaterías. También estaba a nuestro cargo armar unos folletos para un congreso de dentistas además de toda la papelería. Eso era trabajo suficiente para estar ocupadas por el resto de la semana pero Olivia lo necesitaba para el jueves. Por fortuna, Jane y yo nos acoplamos muy bien; trabajábamos muy a gusto y sacamos el trabajo el día y a la hora requerida. Olivia estaba contenta y para demostrarnos su alegría, nos dio otra montaña de trabajo para entregarle el miércoles, básicamente era lo mismo, logos, folletos, catálogos…
Estaba agotada físicamente pero muy satisfecha por dentro; estaba haciendo lo que yo realmente amaba y si, era una agencia pequeña pero en los pocos días que llevaba en ella, me sentía muy a gusto y me levantaba cada día con más ganas y ánimo para llegar a trabajar. De pronto recordé que no les había dicho de mi nuevo trabajo a Alice y a Rose, seguro me iban a querer colgar cuando se enteraran que tenía tres días trabajando y ellas sin saberlo.
—Hola chicas…
Se enlazaron las llamadas y poco a poco les fui contando cómo llegué a Alter Medios y lo contenta que estaba trabajando ahí. Como supuse, se enojaron pero al irme escuchando se fueron calmando y como les había prometido, saldríamos la noche siguiente a festejar al Nasty.
***.
—¿Qué me pongo?
Me pregunté por enésima vez frente a mi clóset. Elegí un vestidito negro de Spandex que me quedaba muy bien. Marcaba mis curvas que no pasaban desapercibidas en mi cuerpo y también mis senos. Era corto, me llegaba a la mitad del muslo y no tenía mangas, solo un par de tirantes delgados. Con mis zapatos negros Louboutin que todavía no me estrenaba me vería muy bien y para el frío, mi trench Burberry negro. Perfecto.
Contenta con mi elección, me tomé mi tiempo para darme un muy merecido baño de burbujas y luego me arreglé con calma. Satisfecha con el resultado, sonreí y corrí a abrir la puerta antes de que ese par de mujerzuelas la tirara.
—¡Por Dios Bella! ¿Vas a un entierro? —Rose me barría con la mirada—. ¿Conozco al muerto?
—¡Ojalá que de verdad pudieran enterrarte algo esta noche Swan! ¡Qué bárbara! ¿Quieres pasar desapercibida o qué coño? —Alice ya me llevaba de regreso al clóset y después de tirar varias prendas sobre mi cama, por fin me dio un vestido rojo con tiras de organza negras atravesadas sin orden alguno. También era ceñido al cuerpo, muy corto y tampoco tenía mangas. Por último, me puso en las manos un trench idéntico al negro pero rojo sangre, era tan bello… y tampoco me lo había estrenado.
—Píntate esa boquita de putita que tienes con esto, ya veremos si no cae algo para ti esta noche. —Con un Kleenex me quité mi pálido rosa y me puse ese rojo espectacular. ¡Qué cambio!
—Gracias Alice, creo que necesitaré de tus servicios profesionales como diseñadora de imagen —Le di un codazo cariñoso—. Con esto, estoy vestida para matar.
—No estás tan perdida Bella, solo te falta un poco de malicia, pero eres una alumna bien dispuesta y, solo por eso, compartiré mis secretos contigo.
***.
—Por supuesto, mi amigo tiene influencias aquí —dijo mientras nos bajábamos del taxi.
—Alice, ¿te estás acostando con tu cliente? —insinué mirándola incrédula y me devolvió la mirada.
—No, pero ganas no me faltan porque el tipo está hecho a mano, aunque les confieso que me da un poquito de miedo y eso es lo que me ha mantenido a raya, si no ¡uf! Ya estaría atada a las manecillas del Big Ben rogando por una follada de leyenda.
Nuestras carcajadas llamaron la atención de la fila y discretamente, nos fuimos acercando a la entrada. Dos tipos enormes y fornidos vestidos completamente de negro estaban apostados detrás de la cadena; con las miradas fijas al frente y quietos como si fueran los mismísimos soldados de la guardia real, solo cobraban vida cuando algún socio llegaba y entonces como si tuvieran estudiados cada uno de sus movimientos, se hacían a un lado para permitirles el acceso al lugar. Eso es lo que hubiéramos esperado que sucediera al llegar frente a ellos pero para decepción nuestra, apenas movieron los ojos hacia nosotras, hasta que Alice dijo las palabras mágicas.
—Hola, somos invitadas de Aro Volturi. —Sacó el pase y lo puso casi en sus narices. El hombre clavo la mirada en la tarjeta y con una sonrisa pequeña y discreta por parte suya y de su compañero, se hicieron a un lado abriéndonos paso.
—Bienvenidas al Nasty, adelante.
El club, lucía todo lo contrario a su nombre. Había una especie de hall con varios espejos de pie antiguos, las paredes estaban tapizadas con terciopelo morado y muchas fotos con sus marcos dorados tipo barroco. Una gran araña pendía del techo sobre una mesa con un enorme jarrón lleno de alcatraces sudando una fina capa de rocío. Al final del hall, unas escaleras descendían al interior del local, a la mitad de ellas, un descanso amplio iluminado tenuemente se asomaba como un mirador que dominaba casi todo el club que asemejaba un teatro antiguo, ahí el tono dominante cambió de morado a rojo sin faltar los detalles barrocos en dorado, las exageradas cortinas de terciopelo recogidas con grandes nudos de galones dorados con borlas en los extremos, las grandes arañas colgando del techo y los palcos para los invitados distinguidos… ah y espejos, muchos espejos por todos lados.
Me sentía como en la obra del Fantasma de la Ópera con la minúscula diferencia de la música electrónica tan fuerte que reventaba los tímpanos, luces de todos colores girando locas y una gran cantidad de personas bailando y brincando. Al terminar de bajar las escaleras un mesero nos guió a nuestra mesa, que era pequeña y nos sentamos alrededor de ella en un sofá en forma de U.
—¡Wow! Nunca me imaginé que fuera así —Rose confesó maravillada.
—Yo tampoco, me siento en otra época, como que me faltó la peluca blanca y mi lunar de corazón en un seno apretujado de mi corsé —reí.
—Señoritas —dijo el mesero que descorchó una botella de champagne y sirvió las tres copas—, cortesía de la casa, bienvenidas.
—Hasta el mesero está guapo —Alice miraba el respingado trasero del mesero que se alejaba—. Bueno, bueno —sacudió la cabeza—, brindemos porque al fin estamos aquí y todo gracias a mi cliente.
—Bella, ¿piensas quedarte con eso toda la noche? —Rose apuntó hacia mi trench y con rapidez me lo quité—. Vaya, creí que habías cambiado de opinión y querías ser el punto rojo del lugar.
—Idiota —murmuré y aclaré mi garganta al mismo tiempo que levantaba mi copa—. Señoritas —enmarqué la palabrita—, estoy feliz de estar aquí festejando con ustedes que ya tengo trabajo y que me encanta… aunque no me paguen mucho.
—¡Salud! —Alzamos y chocamos nuestras largas copas.
La primera botella se fue como agua y así la segunda, la música sonaba y nosotras bailábamos sin movernos de nuestro sitio. Nos estábamos divirtiendo mucho y yo más que ellas; sentía que tenía un peso menos sobre mis hombros al haber encontrado un trabajo por mí misma, sin ayuda de nadie. Me sentía como una mujer fuerte e independiente con el control de su vida en las manos y eso era muy gratificante.
—¡Vamos a bailar! —Alice nos tomó de la mano para ir hacia la pista de baile que era el escenario del teatro. Saltar y moverse como lo estaba haciendo en esos zapatos era un verdadero peligro, muy agotador también por cierto.
—Voy a sentarme un momento —Le grité a Rose al oído. Al cabo de unos minutos ya estaban sentadas junto a mí admirando los ejemplares dignos de revista que deambulaban por el lugar. Un tipo altísimo de cabello castaño y ojos azules, como los que describían en mis novelas, pasó junto a nuestra mesa.
—Eso, véanlo bien, es lo que quiero de regalo en mi cumpleaños —Zapateé los pies en el piso—. Así, igualito, sólo que agréguenle un par de cadenas para atarme a una columna y un látigo, por si me porto mal —Les guiñé un ojo.
—¡Qué niña tan mala! —Rose me dio un toquecito con el codo.
—¿Y si te cansas me prometes que me llamarás Bella?
—Cuenta con eso, Alice.
—Ajá y a mí bien gracias, que poco soslidarias son pero no importa, yo me quedo con ese mesero que va por ahí, miren —apenas levantó el mentón pero ubicamos rápido el objetivo. Otro mesero con cuerpo de infarto iba con una bandeja en la mano.
—¿Por qué carajo no nos tocó un mesero así? —farfullé.
—Los meseros como John, sólo atienden las mesas de socios —dijo nuestro mesero sonriendo algo socarronamente.
—Bueno, tú tampoco estás tan mal, ¿eh? —Rose le miró el trasero y casi lo nalgueó—. Quiero una membresía, dime donde firmo.
—Eso señorita, es imposible.
—¿Y por qué? —arrugué el entrecejo.
—¿Piensas que no podemos pagarla o cómo? —Alice se alteró.
—No es eso señorita, pero necesitaría la recomendación de un socio y ellos son muy celosos, les gusta la exclusividad —decía mientras nuestra mesa era limpiada con una rapidez y eficiencia asombrosa. En un santiamén, un mantel nuevo, copas, unos preciosos tazoncitos de plata llenos de las fresas más perfectas que hayan visto nuestros ojos, mentas y… chocolates, barritas y bolitas de chocolate rebozaban los pequeños tazones. El hombrecillo sacó la botella de entre el hielo y la secó con una servilleta de tela, nos la enseñó y comenzó a llenar las copas, cuando terminó, enterró de nuevo la botella en el hielo de la cubetera.
¡Era una botella de Champagne Krug!
—Sigan disfrutando su noche señoritas.
—Hey, más lento Pedro o como te llames —dijo Alice y Pedro la obedeció—. ¿Y ésta botellita?
—Uno de nuestros socios desea que su noche en este bar sea inolvidable —dijo bajando un poco la cabeza.
—Ojalá que no espere un trato amable a cambio de la botella porque si es así, ya puedes levantar todo esto —Con mi dedo índice hice un círculo sobre la mesa.
—Desde luego que no —abrió los ojos apenado—. No funciona así, esto es sólo una atención de uno de nuestros socios.
–¿Entonces cómo funciona Pedro? —Ladeé mi cabeza preguntando con inocencia.
Él se retiró y nuestras miradas se cruzaron.
—A quién le dan pan que llore, ¿no nenas? —Rose se llevó por centésima vez en esa noche, la copa a los labios—. ¡Salud!
No podíamos quejarnos; nuestra visita al Nasty había valido tanto tiempo de espera, había sido justo lo que nos habíamos imaginado que sería. ¿De verdad creíamos eso?
Ellas, no sé, pero yo había idealizado el lugar. No tenía una idea definida a ciencia cierta, solo esperaba sorprenderme, verme envuelta en esa aura de misterio que envolvía al lugar y tal vez, por qué no, encontrar un alma sola como la mía que deseara lo mismo que yo, olvidarse del mundo y entregarse ciegamente. Vivir y experimentar el amor de la misma forma en la que lo había leído cientos de veces, dejarme llevar arrastrada por esa pasión oscura imposible de controlar…
—¡Salud Bella! ¿Dónde andas?
—Aquí, sólo estaba un poco distraída Rose.
—¡Ah miren, ahí está Aro! —Alice agitaba la mano y un hombre alto, delgado y muy atractivo se acercaba a nosotras.
—¡Alice! Querida —besó su mejilla—, me alegra ver que te estás divirtiendo. ¿Les gustó el champagne?
—¿Fuiste tú? —Alice chilló y Aro asintió. Ella hizo las presentaciones y él se quedó un rato con nosotras; era muy divertido y nos tenía encantadas escuchando sus andanzas. El tiempo se nos había pasado volando y, como el bar seguía completamente lleno, no nos dimos cuenta de lo tarde que era. Aro nos ofreció a su chofer para llevarnos a casa; a esas horas y con lo mareadas que estábamos, era mejor y más seguro aceptar su ofrecimiento que regresar en un taxi. Le dio unas indicaciones a su chofer desde su teléfono y nos dijo que ya nos esperaba en la puerta para cuando quisiéramos irnos.
Nos despedimos y de camino a la salida noté que había olvidado mi trench; volví a buscarlo de prisa para no tener mucho tiempo a las chicas esperándome arriba. Con mi trench en el brazo y ya en las escaleras, noté a una pareja que subía los escalones delante de mí. La mujer iba detrás del hombre pero este la ignoraba. Ella le pedía por favor hablar y él ni siquiera la miraba; ella no lo tocaba, pero le insistía en que la escuchara, que le diera otra oportunidad pero él seguía subiendo. ¡Qué tipo tan arrogante! Por educación, un hombre jamás debe hacerle eso a una mujer y menos en público. La chica lloraba y al llegar al descanso de las escaleras lo tomó del brazo. Él se detuvo y lentamente se giró para mirarla. Los ojos verdes más fríos que había visto en mi vida la congelaron. La chica dio un paso hacia atrás, como previniéndose de algo, tenía miedo pero aspiró y con voz débil solo pudo pronunciar…
—Sólo una oportunidad, por favor… Señor.
El no respondió pero por su intensa mirada, hasta yo comprendí que lo que fuera que hubieran tenido, ya se había terminado y no había ni una mínima posibilidad para nada más. Inesperadamente, esa mirada me alcanzó y por increíble que pareciera, mi cuerpo sintió también esa fría resolución. Fueron solo un par de segundos pero bastaron para que la fuerza de esos ojos verdes me incomodara. El hombre giró sobre sus talones y continuó su ascenso a la salida. La chica se arrinconó y, de cara a la pared, siguió llorando.
—¿Estás bien? —Le pregunté poniendo mi mano sobre su hombro y ella saltó. Asintió levemente y cuando iba a bajar las escaleras para regresar al club, un hombre alto y grande la tomó delicadamente por el brazo.
—Vamos señorita, la llevaré a casa —dijo y casi la levantó en vilo llevándola hacia arriba, a las puertas del club.
Contrariada, seguí mi camino con lentitud hacia la salida, más me valía ir despacio con esos tacones altos y con lo mareada que estaba, crucé el hall y mis zapatos resonaron con fuerza; salí y vi a las chicas que ya me esperaban impacientes dentro de la limusina de Aro.
—¡Vamos Bella apúrate! —sonreí ante la impertinencia de Alice pero una extraña sensación me hizo voltear antes de subirme.
Ese par de frías piedras verdes me escudriñaba de la misma forma que a la chica de las escaleras, solo que yo no era tan débil cómo ella. Le devolví la mirada de la misma forma, altiva, de igual a igual, como en un reto.
—Señor Cullen, su auto ya está aquí.
El engreído tipo llegó a su impresionante auto con un par de zancadas y pasando a mi lado, pero su mirada ya no estaba enfocada en mí y era un alivio. Si ese hombre nunca se había topado con alguien que no se dejara intimidar, me daba gusto ser la primera que…
—¡Bella!, ¿te quedas?
—Coño Rose, ¿no puedes callar a esta borracha? —dije entre dientes.
—Claro que puedo, si terminas de subirte y se cierra esta puerta verás que rápido deja de gritar. —Era inútil, Rose estaba casi en las mismas condiciones y yo estaba muy cerca de igualarlas.
El camino a casa fue muy divertido, nuestro inflamable ánimo nos hizo cantar, bromear y lamentarnos por no habernos ligado un galán de los mil que esa noche estaban ahí.
Éramos unas ebrias inconformes.*
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Hola queridas kinky girls,
Li les envía muchos cariños y me autorizó a que les deje esta sorprecita. Por eso, ésta la hice hoy yo pero el viernes ya tendrán palabras de afecto y agradecimiento de su propia mano, yo solo colaboro por esta ocasión.
Además, entendiendo que ya la historia ha estado en pausa durante mucho tiempo, nuestra querida Li apoyó la moción y actualizaremos por acá los días lunes, miércoles y viernes.
Eso es todo por hoy, esperamos que hayan disfrutado de la lectura y de nuestro Señor que, poco a poco ya se está dejando ver.
Un abrazo enorme para todas de parte de ambas.
Li y Jo
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